La historia moderna de la enfermedad cardíaca coronaria es bastante notable.
Los ataques cardíaco agudos parecen haber sido bastante raros hasta que surgen a comienzos de la década de 1920.
Luego llego la plaga!
Para la década de 1950 la enfermedad cardíaca coronaria se había convertido en la principal causa de muerte en el mundo industrializado.
Los síntomas eran a menudo dramáticos y devastadores.
Una persona previamente sana de repente aparecía con un dolor insoportable en el pecho, a menudo asociado con paro cardiaco y muerte súbita.
Los sobrevivientes a menudo sufrían daño en el músculo del corazón.
A veces hasta padecer de insuficiencia cardiaca, con una calidad de vida severamente comprometida y una vida útil acortada.
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Finalmente se llego al punto en que la cardiopatía coronaria se convirtió en una epidemia.
Una importante amenaza para la salud pública en todo el mundo.
En Europa y América del norte, la tasa de mortalidad de la enfermedad cardíaca coronaria alcanzó un pico en un período de 15 años entre 1965 y 1980.
Desde entonces ha experimentado una reducción dramática.
Un descenso entre el 50 y el 80% de la mortalidad ha sido reportado por muchos países entre 1980 y 2005, y el descenso parece continuar (1,2).
Sin embargo, la carga de la enfermedad sigue siendo alta, en parte debido al envejecimiento de la población.
La evidencia disponible sugiere que la disminución de la mortalidad es debida a la menor incidencia de enfermedad coronaria, así como a un mejor pronóstico de los afectados.
En otras palabras, hay menos casos nuevos y los afectados viven más tiempo.
Sin embargo, es difícil explicar estos resultados notables.
La pregunta es si el manejo de los factores de riesgo como colesterol alto, fumar y la hipertensión arterial ha tenido tanto éxito o si el tratamiento es lo que ha mejorado.
Muchos investigadores han utilizado el modelo de impacto (3) para examinar las contribuciones de diversos factores para la disminución de la tasa de mortalidad de la enfermedad cardíaca coronaria.
Este modelo estadístico incorpora importantes factores de riesgo conocidos para la enfermedad cardíaca coronaria, tratamientos médicos y quirúrgicos utilizados en la actualidad.
El modelo IMPACTO ha sido utilizado para explorar las contribuciones de los factores de riesgo y tratamientos en más de 15 países donde las tasas de mortalidad han disminuido.
Entre dichos países se incluyen Inglaterra, Gales, Escocia, Finlandia, Suecia, Italia, España, Islandia, Irlanda del norte, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá.
Los principales resultados de estos estudios sugieren que aproximadamente el 40-75% de la disminución de la mortalidad es atribuible a las reducciones en los factores de riesgo.
El mayor logro es debido al cambio en los estilos de vida, que han permitido reducciones en el colesterol total, fumar, el control de la presión arterial sistólica y la inactividad física.
Nadie negará que desde una perspectiva de salud pública, estos resultados son muy impresionantes.
La caída en el consumo de tabaco, de las grasas saturadas y un mejor tratamiento de la hipertensión arterial se creen que son una consecuencia de importantes intervenciones de salud pública y atención primaria (4).
Obviamente, se han hecho grandes logros. ¿Entonces, es hora de celebrar?
Pandemia de obesidad: El huésped sin invitación
De hecho, hemos tenido fiesta durante algún tiempo.
Entre el tintineo de copas y a pesar de la visión borrosa, poco a poco hemos descubierto a un huésped no invitado.
El intruso es familiar, pero no podemos recordar de dónde vino o cómo se las arregló para deslizarse por la puerta trasera, o tal vez lo hizo por la entrada principal.
Este intruso es hoy una gran celebridad.
Todos hablan de él y lo vemos regularmente en la portada de los principales periódicos y revistas.
Los programas de televisión no se cansan de él, y hoy en día los científicos y expertos en salud pública lo consideran la mayor amenaza para la salud pública en todo el mundo.
Aunque parece que no podemos acordar el por qué y cómo, de repente nos encontramos abocados a una pandemia de obesidad.
Muchos de los estudios que utilizan el modelo de impacto encontraron que los resultados positivos se degradan en parte por aumentos en el índice de masa corporal y la prevalencia de la diabetes, ya que ambos influyen en el aumento del número de muertes por enfermedad coronaria.
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Se conoce un informe interesante y aterrador sobre la prevalencia de la obesidad (5) global, regional y nacional.
La prevalencia de sobrepeso y obesidad en todo el mundo combinado aumentó un 27,5% para los adultos y el 47,1% en los niños durante las últimas tres décadas.
Estos aumentos fueron constatados tanto en países desarrollados como en los países en vías de desarrollo.
No hay ninguna razón para creer que la pandemia de obesidad y el consecuente aumento de la diabetes tipo 2 no afectarán negativamente los progresos realizados con respecto a la disminución de mortalidad por cardiopatía coronaria.
Por otro lado, la obesidad puede no necesariamente aumentar la contribución relativa de la mortalidad cardiovascular porque la obesidad es también un factor de riesgo para otras enfermedades graves, como muchos tipos de cáncer y la enfermedad de Alzheimer.
¿Por qué y cómo llegamos a esta pandemia de obesidad?
Pero ¿cómo sucedió esto?
¿Cómo nos volvimos tan gordos y metabólicamente enfermos en tan poco tiempo?
Aunque explicar el gran aumento en la obesidad es complejo, una cosa es segura, hemos conseguido crear un entorno obesogénico aterrador.
Más comúnmente, el incremento de calorías y la falta de ejercicio físico son considerados los dos factores contribuyentes más importantes a la obesidad.
Pero una explicación tan simple es improbable, la composición de la dieta también puede ser importante.
Curiosamente, la obesidad ha aumentado en muchos países al mismo tiempo que ha disminuido la ingesta de grasa dietética.
Los azúcares añadidos seguramente tienen parte de la culpa, al menos en algunas zonas del mundo.
De hecho, el papel desempeñado por las bebidas azucaradas en la epidemia de obesidad es un asunto de gran interés científico, clínico y de salud pública.
Hoy los expertos en salud pública creen que el éxito logrado en la reducción del consumo de grasas saturadas y grasas trans en particular, se ha traducido en la reducción del nivel de colesterol en la sangre en los países más industrializados.
Algo considerado por muchos la razón principal de por qué ha disminuido la tasa de mortalidad debida a la enfermedad cardíaca coronaria tan rápidamente.
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Muchos expertos temen que el reciente aumento de la ingesta de grasa resultante de la popularidad de las dietas altas en grasa restringida en carbohidratos puede desencadenar una nueva epidemia de la enfermedad coronaria.
Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse si la actual epidemia de obesidad es una solución de compromiso para reducir el colesterol de la sangre en la población.
La promoción generalizada de las dietas bajas en grasa en los ochenta y noventa condujo a una reducción en el porcentaje de calorías de la grasa en los Estados Unidos y en muchos otros países.
Al mismo tiempo, aumentó el consumo de calorías provenientes de carbohidratos.
A pesar de estos cambios en la dieta, la prevalencia de la obesidad y la diabetes tipo 2 continuaron en ascenso (6).
Dicho de otra forma, debido a estos cambios en la dieta, la prevalencia de la obesidad y la diabetes tipo 2 se disparo hasta llegar a convertirse en una amenaza para la salud pública.
Aunque el aumento en el consumo de hidratos de carbono y la disminución del consumo de grasa pueden haber bajado (el colesterol malo) total y el colesterol LDL, existen algunas preocupaciones graves.
Las dietas ricas en hidratos de carbono reducen el colesterol HDL (el colesterol bueno) y aumentan las concentraciones de glucosa en sangre, insulina y triglicéridos y la presión arterial.
contribuyendo al síndrome metabólico ahora reconocido, a veces llamado como síndrome de resistencia a la insulina, el cual se sabe que aumenta el riesgo de enfermedades coronarias y de diabetes tipo 2.
Si las autoridades de salud pública afirman que sus intervenciones hicieron una importante contribución a la reducción de la mortalidad por cardiopatía coronaria, sus intervenciones o falta de ella puede ser responsable de la pandemia de obesidad.
Suceden al mismo tiempo. ¿No?
Es hora que las autoridades de salud pública efectúen una evaluación crítica de las consecuencias de las recomendaciones dietéticas de los últimos treinta años.
No hace falta decirlo, los efectos sobre la industria de alimentos han sido sorprendentes.
Durante años, los productos bajos en grasa se han destacado como un símbolo para una buena salud.
Todo lo que posiblemente puede elevar el colesterol de la sangre se asocia con peligro.
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La grasa proveniente de lácteos, huevos y carnes rojas han sido demonizados.
Aunque ciertamente podemos permitirnos celebrar el éxito en la prevención y tratamiento de la cardiopatía coronaria, es hora de enfrentar su lado más oscuro.
La obesidad y la diabetes son las nuevas amenazas!
Es tiempo de reunirse con el huésped que carecía de invitación, y sin embargo ha provocado una pandemia de obesidad.
Fuentes:
1. https://www.bhf.org.uk/publications/statistics/coronary-heart-disease-statistics-2012
2. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24352519
3. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10092564
4. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22455432
5. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24880830
6. http://ajcn.nutrition.org/content/79/5/774.full